Revista Electrónica de Literatura Mexicana
Número cero. Julio-septiembre de 1998
Sección: Poesía en claroscuro

Ciudad

Por Iliana Rodríguez

Una gota de sangre oxida
el cielo de latón:
es la hora del crepúsculo y no hay cómo
conjurar el rumbo de estas calles que se tuercen
con sus muros leprosos,
sus ladrillos amancebados, sus portones
hidropésicos y sus cristales glaucos.
El crepúsculo se afana,
pero nadie lo entiende.
Nadie.

Se congelan en penumbra
los desnudos huesos de la ciudad.

(Iliana Rodríguez, Claroscuro, México, Ediciones Mixcóatl, 1995.)


Para Iliana Rodríguez el día poético se vivencia en la perpetuidad de la noche. En Claroscuro hay dos notas dominantes: el color azul y el masoquismo; de la unión de ambas se produce la visión entrevelada de amores no consumados, sólo previstos. Tal vez en una larga gestación iniciada en bien elaboradas figuras, en consumaciones verbales equivalentes a puertas por las cuales la autora nos hace ver su interior.

Me resulta grato verificar, una vez más, cómo la poesía gana para su causa nuevas y frescas voces. Un poeta estará, siempre, más allá del tiempo sin dejar el mundo. Esto equivale a afirmar que el mundo al cual pertenecemos y el cual nos pertenece está allí, al alcance de la mano. Bienvenida, Iliana Rodríguez, llena de azul, de los colores el más cercano a la luz y el más inmediato a la sombra.

Carlos Illescas


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ilianarz@servidor.unam.mx