Revista Electrónica de Literatura Mexicana
Número cero. Julio-septiembre de 1998
Sección: Reseñas

¡Zun zun zun, zun zundabaé!

Eliseo Alberto: Caracol Beach. México, Alfaguara, 1998. (Alfaguara Literatura.) 360 pp.

Por Olivia Villalpando Figueroa

Estructurada en cincuenta pequeños capítulos -que gracias a su ágil ritmo narrativo semejan escenas cinematográficas-, esta novela narra el trágico encuentro entre el soldado cubano Beto Milanés, excombatiente en la guerra de Ibondá de Akú, y Tom Chávez, Martin Lowell y Laura Fontanet, estudiantes del Instituto Emerson en Santa Fe. Los capítulos que cubren el tiempo de la acción se intercalan con otros pertencientes a la libreta del soldado, y nos revelan no sólo el tiempo pasado con respecto a la narración, sino también los temas de la novela: la locura, el miedo, el perdón y la muerte.

La locura recorre las páginas de la novela bajo la figura de un tigre de Bengala que atormenta la conciencia de Beto Milanés. "La primera vez que se enfrentó al tigre fue aquella tarde en que perdió la razón en Ibondá de Akú" (p. 19). El miedo es un sentimiento que se ha querido desterrar del corazón de los hombres, pero no siempre el hombre más valiente es el que enfrenta a los demás, sino aquél que es capaz de reconocer sus miedos. "¿Por qué estamos obligados a ser valientes?" (p. 280). La libreta del soldado es la única forma de desahogo que Beto Milanés encuentra, y en ella no sólo escribe crueles reproches a su madre Catalina la Grande, extraordinario personaje que ayuda al soldado a tender un puente sentimental entre Ibondá de Akú y Cuba, sino que reconoce que es la única forma de pedir y conceder perdón: "así que te ruego, Catalina la Grande, que me perdones si te dije algo pesado, sangrón, ofensivo, si te saqué los trapos sucios a la cara [...] ¿si te perdono me perdonarás...?" (p. 161-162). Los hijos no siempre son lo que sus padres esperan de ellos, éste es el caso de "Mandy", hijo del alguacil San Ramos, que se niega a aceptar la homosexualidad de su hijo.

Caracol Beach es una historia en la que desde un principio cada uno del los personajes tiene un destino del que no puede escapar. El teniente Lázaro Samá -santero que lleva el nombre de su propio destino, ya que históricamente Lorenzo Samá fue el encargado de juntar todos los Orishas bajo la religión Yoruba- lo sabe y así lo enseña a Beto, quien al principio no entiende muy bien qué tipo de culto practica Samá, pero más tarde se hace también santero y suplica ayuda a los Orishas Yorubas (Yemayá, Ochosi, Babalú Ayé), "... me hice santo. Estaba escrito [...] Estoy jurado. Soy hijo de Yemayá. Ahora ella está en mi cabeza. Soy su elegido, su elegún. Me posee" (p. 264).

Los personajes de la novela forman un mosaico fascinante que contiene una variedad de personalidades, nacionalidades, modos de hablar, extravagancias, etcétera. Sorprende siempre al lector el oído atento que el autor ha tenido para reproducir el lenguaje de cada uno de ellos, lograr hacerlos únicos y entrañables.

Caracol Beach es un alegato en contra de la violencia, un reconocimiento de que el miedo es "una camisa de fuerza" (p. 19) que nos ata, una forma distinta de aceptar la muerte, un reconocimiento de que "los seres humanos somos superiores gracias a la fuerza que nos concede el saber, y poder, pedir perdón" (p. 352), pero ante todo, es una espléndida novela, un testimonio del oficio de escritor y un homenaje a los amigos de Eliseo Alberto que le cuentan historias y a sus alumnos que se las creen.

(Etcétera. Semanario de Política y Cultura, núm. 279, 4 de junio de 1998, p. 36.)


Olivia Villalpando Figueroa nació en 1972. Es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM y becaria de investigación en el Colegio de México.


RELiM
ilianarz@servidor.unam.mx