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Su inenarrable enfermedad

Por Guillermo González García

Ni Adrián mismo podría decir cuándo comenzó. Es cierto que siempre tuvo problemas para aprender las palabras desde pequeño, pero su facultad para olvidarlas surgió aproximadamente a los 20 años. Al principio no se dio cuenta de ello porque (dejémoslo claro de una vez) él estaba medio loco. Cuando olvidaba una palabra la sustituía por su definición: de esta manera se convirtió en un hacha de las definiciones. Por desgracia, al no comprender la palabra en sí, la definición sólo le servía para salir del paso.

-Mami... ¿Podrías prestarme tu...?

-¿Sí?

-¿... tu prenda que se suele llevar al cuello como abrigo? Es que parece que me va a dar esa enfermedad epidémica aguda, con diversas manifestaciones como dolores de cabeza y de músculos, sopor, fiebre y escalofríos.

-Sí, claro -contestaba ella después de interpretar la arenga de su hijo-; está en el segundo cajón del closet junto a las demás bufandas.

-Ah, sí. La bufanda.

Por desgracia no sólo olvidaba la palabra en pocos segundos, sino que olvidaba haberla recordado y poco después ya no reconocía su significado. Más tarde comenzó a olvidar las definiciones, así que para no quedarse callado a media oración decía lo primero que se le ocurría.

Por ejemplo, para pedir un vaso para servirse leche, decía un muy poco convincente y precandidático: Sóbame un botones para brincarme líquido blanco que segregan las mamas de las hembras de los animales mamíferos (de ahí su nombre) y que sirve como alimento a los hijos o crías gracias a su alto contenido de grasas, proteínas, lactosa, vitamanas y sales minerales.

Obviamente nadie lo entendía y él tenía que ir por su vaso.

Poco después surgió otro inconveniente: comenzó a sustituir las definiciones, definir las sustituciones, sustituir las sustituciones y por último olvidar éstas. Sus pláticas tenían cada vez más el ligero tinte de un cuadro surrealista comentado por un crítico en estado terminal de viaje anfetamínico.

-Dedo casimir, polcas & nudo... ¿Paraca? -Y como seguían sin entenderlo, tenía que ir de nuevo por su vaso.

La situación se tornó insoportable cuando la comunicación familiar se rompió irreconciliablemente. Su mamá lo tomaba como la moda de los muchachos y su papá lo mandaba castigado a su recámara sin cenar por estar hablando de esa manera de política y sexo en la mesa. Él se retiraba sin decir nada y lógicamente sin su vaso de leche.

Ya en su cuarto, decidió combatir su inenarrable enfermedad. Tomó un diccionario y comenzó a buscar. Poco después lo encontró:
AMNESIA:
f. (Del gr. a: privado, mnesis: memoria, recuerdo). Pérdida o debilidad notable de la memoria.

Eso era, él sufría de amnesia. Se grabó la palabra en lo más profundo de la memoria y comenzó a usarla en vez de las que olvidaba, estudiando todo lo relativo a la amnesia que pudo encontrar; pero después no recordó haberlo olvidado y el día de su vigésimoprimer cumpleaños se dispuso a explicar a todos sus invitados cuál era su problema.

-Lisa amnesia doctorando -comenzó solemne en la cabecera de la mesa, sin recordar por qué estaba ahí. -¿Tú? ¿Injustificado gibón totonaca? Sigue alcaraván.

Su madre fue a la cocina por un vaso y se lo entregó.

-¿Fátima? ¡¡Pueril inmobiliario amnesia endrino bojo certificado!!

Su padre se levantó rojo como granate, y tras mirar fijamente a su hijo, y con desprecio a los demás, se retiró farfullando algo sobre la juventud descarriada, la amenaza comunista encabezada por Hussein y de qué hubiera hecho su padre si aún viviera.

Adrián, sin inmutarse, continuaba.

-Amnesia aorta tendero amnesia, churriguerescum es ser ambivalente, acaso. ¡Negativo posible! ¡Orquesttandum malebaja sono amnesia cucaracha! ...

Y así continuó. No intentaré reproducir todo el discurso, ya que es imposible. Para resumir diremos que a la media hora, Laureen, su novia, se indignó diciendo que no podía soportar que la insultaran así y después de quejarse amargamente de que nadie la quería, se fue. Diez minutos después, un amigo organizó una marcha estudiantil enarbolando las consignas militantes y los claros preceptos ahí expuestos. Otros, menos decididos, organizaron una reunión para discutirlo, que no progresó al no ponerse de acuerdo entre hacer un forum o un simposium para eligir las comisiones que tratarían los problemas logísticos de base para comenzar la discusión. Uno de los extremistas quería ponerlo a votación mientras los más veteranos decidieron que ya estaba decidido, y apoyaron la postura del exponente sobre la propuesta numerológica de las masas en crisis, por la coyuntura existencialista del osito bimbo y la falacia del movimiento marxistaleninistapensamientomaosetun, por la oscilación del precio del crudo y la derrota del Necaxa1 en la temporada del '76, aunado al reflujo sesentaiochero de la retaguardia vanguardista de Octavio Paz y Juan José Arreola en el concurso "Canta niño canta".2 A estas alturas, la mayoría de los colados comprendieron que eso era un mítin priísta3 y abandonaron el lugar; las feministas lo abuchearon, un amigo músico encontró la letra para una canción que le rondaba la cabeza desde hacía tiempo; los abstencionistas lo aclamaron y los sectarios se metieron en su rincón.

Casi cinco horas después, se dio cuenta de que sus amigos se habían ido, su familia estaba dormida y las veintiún velitas hacía tiempo se habían consumido. El único que lo acompañaba era un dirigente del PRI, que le veía posibilidades en las próximas municipales. Después de deshacerse de él, se sirvió un trozo de pastel y se fue a su cuarto a dormir.

Al día siguiente, cuando despertó, ya se había resignado a ser un semimudo por amnesia, y tendido en la cama trató de recordar todas las palabras que aún retenía.

-Veamos -pensó-, ¿qué palabras recuerdo? ¿Hola?

Lo intentó, pero de sus labios sólo salió un tímido y seco:

-¿Amnesia? Uy, no. A ver, um, ¡casa! ¡Amnesia! ¡Caramba! ¡No es posible! Por lo menos puedo decir amnesia... ¡Nada! ¡Ahora soy totalmentum mudo! ¡Auxilio!

Durante algunos segundos fue el total anticlímax, pero cuando se dio cabalmente cuenta de lo que pasaba trató de gritar. Intento, si bien lógico, que no pudo llevar a cabo por obvias razones. Totalmente agotado por la impresión, pensó en aprender el lenguaje de los mudos, pero olvidó cómo se llamaba esa técnica. Resignado, pensó en levantarse cuando, lleno de horror, se dio cuenta de que estaba acostado en su mullida amnesia, se paró de un brinco, en la mesita de noche estaba el plato con un buen pedazo de amnesia de chocolate y, en la cobija que cubría su amnesia, unas cuantas migajas de amnesia entre las gotitas de cera de sus veintiún amnesias que olvidó apagar la amnesia anterior.

-¡Qué horror! -pensó. ¡No sólo amnesio decir las amnesias! ¡Ahora amnesio las amnesias que no puedo amnesiar!

Se puso sus pantalones de amnesia, una amnesia de piel que tenía a la mano y a toda prisa salió corriendo hacia la amnesia de su casa. Cuando llegó (a la amnesia), no podía reconocer casi nada. Todo lo que veía era amnesia, estaba vestido de amnesia. Junto a la amnesia, que pocos segundos antes era la mesa -podría jurarlo-, estaba una silla que poco a poco se transformaba en una amnesia con cuatro patas. Pensó en desesperarse pero olvidó cómo hacerlo. Su amnesia salió de la cocina con una taza de amnesia en la mano y le dio los buenos días.

La amnesia lo tapaba, lo rodeaba. La respiraba. Estaba total y absolutamente cubierto de amnesia. Comenzó a perder el sentido.

-Sólo esto me faltaba- pensó.

Se entregó al olvido hasta que el olvido mismo ya no tuvo significado para él. Se reconoció tirado en el suelo con su madre deteniéndole la cabeza.

-¿Qué te pasó? -preguntó la mujer algo más que espantada.

-No me acuerdo.

Notas para lectores que no sean mexicanos

1.- Equipo de futbol mexicano.

2.- Concurso infantil patrocinado por una cadena televisiva que tuvo gran auge a mediados de los ochenta.

3.- Referencia al Partido Revolucionario Institucional (PRI), fuerza política que ha gobernado al país por más de 60 años.


Guillermo González García nació en 1966, en la Ciudad de México. Tiene una gran memoria y practica con éxito el arte de la mentira. Escritor "cuando se acuerda", es decorador, barman, asistente de producción, escultor y estudiante de francés. En sus ratos libres se dedica a la astronomía. Actualmente vive en París.

RELiM
ilianarz@servidor.unam.mx