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Coatlicue-Coyolxauhqui-Malinche...

Por Rosario Covarrubias

Sigues esperando la profecía... y cada sol nace muerto en tu esperanza. Cansancio de siglos, tu alma palidece en cada conquista... te haces lunar con la fe de tu danza descuartizada. Derrotada por convenios fratricidas, destino. Inevitable elemento del festín de vino-sangre-historia-vida. Dos binomios hermanados. Pacto en el que no decides -sólo actúas- naciendo rebelde, peleando sin armas ¿homicidas? No sólo la vida... el destino, el ser aquí, ahora, de cara en perfil ante un siglo-milenio que no parece querer verte de frente. Una sinuosidad de tiempo en el que no hay un pedazo de universo completamente tuyo. Pudiera ser tu coraza hecha de llanto mercurial el espectro de tu sangre obscura que baña la caricia fría de la noche de tus sueños, convertidos en el eterno ósculo plata de todas las cosas vivas y muertas en el devenir eterno de los tiempos. ¿Cuándo amanecerá para nosotras, para danzarle al tiempo una danza que nos entienda?, hasta que no sea preciso parir estrellas opacas, tragadas por una placenta obscura, que contiendan ante solares, cálidas luces conciliadas y parejas por la dignidad de la vida y de la muerte en un juego equidistante que iguale la aventura de vivir labrando futuros sin condena, con lealtad y con pareja, intentando descorrer la misma y común cortina milenaria, en unidad-humanidad no dividida. No atrás, no al último, no fuera. La búsqueda del junto y del conjunto. El no otra vez y una vez más. Sólo ser mujer con rostro, con voz, inteligencia y rebeldía actuantes para ser presencia apreciada como la luz en la anatomía plena de su derecho a decidir el plano vital de sus conquistas.

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ilianarz@servidor.unam.mx