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Engendros rurales

II

Por María Leticia López Serratos

A Don Juan. La Cinta, León, Guanajuato
Al Topo, por compartir conmigo esta aventura poética

Manos encallecidas,
ojos de campo,
profundos... esquivos.
Él nos castiga,
siempre nos castiga,
se voltea pa'l otro lado.
Y nosotros imaginamos
en sus ojos
horizontes labrados,
esperanza de sustento,
ayer, hoy
y así la sucesión de los ciclos.
Él respira madrugada...
amanece.
La tarde persigue afanes,
él se los roba,
los echa al mecapal,
se los lleva al rancho.
El cerco se está cayendo...
hay que arreglarlo mañana,
hay que arreglar también la vida,
la que se escapa,
la que no es
o es y es ella sola,
anda ella sola...
él por otro rumbo.
Y de tanto y tanto
la canija se perdió
en las milpas...
ya no la halló por ninguna parte.
Y nos castigó
y cerró sus ojos de campo
y el mecapal quedó vacío
y nadie arregló el cerco
y nosotros ya no imaginamos
horizontes labrados...
ya pa' qué vamos al rancho.


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