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Safo: la primera poeta de Occidente

Comentario y traducción de Gabriel Barragán

De su vida se sabía tan poco, que mejor se inventó una fantasía; de su casa de estudio se hizo casi una academia de hetairas; y de sus amores, el símbolo de una preferencia.

Pero, por encima de todo esto, está Safo, la mujer, la poeta, y la llamo así por ser la primera en obtener este rango entre los hombres; es por lo menos la primera en pasar a la historia y ser unánimemente aclamada como la "décima musa", según Platón; "musa mortal entre las inmortales musas", de acuerdo con la Antología Palatina; "la bella Safo", según palabras de Sócrates, quien la llamó así no por su físico, sino por su poesía.

Safo

En su academia o, como ella la llamaba, "Casa de las Musas", se enseñaba danza, música y poesía a jóvenes lesbias -ya que fue en Lesbos, isla del mar Egeo, donde Safo y su arte florecieron.

De la constelación de poemas que integraron nueve libros, sólo quedan algunos luceros perdidos citados por gramáticos o historiadores, pero no por ello son menos luminosos. Y así como el tintinear de una estrella nos refleja la maravilla del cielo, estos fragmentos nos permiten conocer la esplendente virtuosidad de la primera poeta de Occidente.


Poemas de Safo

Texto original en griego de los poemas de Safo


Traducción

Se han sumergido la luna y las Pléyades, media
Noche, pasan las horas y yo, duermo sola.

***

Virginidad, Virginidad... ¿a dónde vas, abandonándome?
"Nunca volveré a ti, nunca volveré".

***

Sola, en alta rama, enrojece una dulce manzana,
Alto, en lo más alto, inadvertida a los recolectores.
No, no inadvertida, es que no pudieron alcanzarla.

***

De nuevo, el relajante Amor me perturba.
Rastrero, incombatible, dulceamargo.
Para ti, Atis, es odioso preocuparte por
Mí, y revoloteas hacia Andrómeda.

***

Me parece que igual a los dioses
Es aquel joven que frente a ti
Se sienta y escucha de cerca mientras
Amable conversas.

Y sonríes seductora. Si, esto
Aterra mi corazón dentro del pecho,
Pues tan pronto te miro un instante,
Como ya me es imposible decir una palabra,

Pues mi lengua desfallece; enseguida,
Un fuego sutil irrumpe bajo mi piel,
Nada veo con mis ojos, zumban
Mis oídos,

Se me esparce el sudor, un escalofrío
Me apresa toda, estoy más pálida
Que la hierba y me parece que
Falta poco para morir.
Pero todo hay que soportarlo, pues esto es así.


Los fragmentos anteriores fueron tomados de la edición de Theodore Reinach y Aimé Puech, Alceé, Sapho. Paris: Les Belles Lettres, 1966.


Gabriel Barragán nació en la ciudad de México un 17 de octubre de 1970. Su vida ha transcurrido entre libros. A pesar de que en algún momento se inclinó por las ciencias, las letras atraparon su interés de manera decisiva, hasta el punto de llevarlo a definir su área de estudio: la cultura clásica. Actualmente comienza a forjar su camino como profesor del área de Historia y Cultura Griegas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM.


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