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Farenheit 911

Por Ernesto Cortés

Era hermoso quemar
Ray Bradbury, Fahrenheit 451
"Pinche suerte", pensó Jaime cuando le avisaron que se había incendiado un volkswagen y que al explotar el tanque de gasolina había herido a dos pendejos que estaban de mirones ahí cerca. "Muy su pedo, para qué estaban ahí sacándose los mocos, a ver?" Operó el aparato de radio para avisar a la Cruz Roja y corrió por su gabardina y el casco. Bajó corriendo las escaleras y al dar la vuelta en el primer rellano estuvo a punto de chocar con otro bombero que también bajaba a los carros-cisterna. "Carajo, por qué no es como en las películas gringas? Debería haber aquí un tubo para resbalarnos por ahí y no andar bajando escaleras con el peligro de partírtela cada vez que hay una emergencia".

Tomó su lugar en la parte de atrás del camión, comprobó que el medidor del tanque de agua indicaba "lleno" y dio la señal para arrancar. El camión salió volando a la noche con su ruido de sirenas y sus luces rojas y azules.

Hay días que son la hueva total. Parece que últimamente la raza se ha vuelto más cuidadosa y ya no provoca incendios a los pendejo como antes. Me acuerdo de una época -fue por mayo pasado- en que en un mismo día teníamos hasta tres incendios seguiditos uno de otro. Una señora a la que se le había olvidado apagar la plancha y que se le estaba incendiando el cuarto dijo "ay muchachos, es que con la calor se ataranta una". Y sería el sereno, pero por esas fechas cómo nos tocó apagar fuegos. Era bonito, eso sí, treparse a los camiones y lanzarse en chinga abriéndose paso a bocinazos.

Uh, la neta esperaba más relajo, pero pos bueno, cualquier cosa a estar allá en el cuartel nomás viéndonos las caras los unos a los otros. Creí que la explosión del vocho de pasada le iba a dar un lleguecín al Grand Narquís éste, pero no, se alcanzó a salvar.

Bueno, y a todo esto, ¿de quién será el vocho este? Ojalá que sea de algún fresón o algo así, no vaya a ser de algún compa chido al que le haya dado en la torre. Caray, es que deveras que hay días de mucha flojera, qué le va uno a hacer. De eso a estar nomás jugando baraja... porque ni siquiera tenemos tele, quesque porque no hay presupuesto y porque según el comandante es más importante dedicar la lana a comprar un equipo de aire acondicionado para su oficina que para la tele porque dice que estamos aquí para servir a la sociedad y no para divertirnos. Pero el culero bien que tiene heladita su oficina mientras nosotros aquí nos asamos a lo cabrón en los mejores días de mayo y junio. Dice que porque si un día lo visita el gobernador, ni modo de tenerlo ahí acalorado, y por si las dudas, tiene un retrato del gober enorme ahí detrás del escritorio.

Pobre vochito, en serio que ya quedó inservible. Chance y la pura cáscara sirva de algo, pero lo que es la máquina y lo demás ya se fue a la goma. Igual y lo vende en un deshuesadero. Ahorita que me acuerdo, mi padrino Javier andaba buscando una calavera para su vocho, le voy a preguntar luego al dueño que dónde lo piensa vender o qué onda.

Y no fue tan difícil, hasta eso. Nomás cuestión de saber arreglar bien una mecha de tiempo para que la explosión no lo agarre a uno en el lugar de los hechos y con las manos en la masa. Diez minutos y órale, a correrle y a acomodarse tranquilamente para ver cómo retumba la cosa chidísimo.

Pero chale, más vale que la cosa se componga de aquí en adelante, porque como que no va a ser onda eso de seguir explotando carros cada vez que me ataca la hueva. Aunque, quién sabe... Igual y pa' la otra, si todo sigue así, convendría ponerle una mecha a una de esas ambulanciotas de la Cruz, y ahí sí que sería un verdadero desmadre. Y es más, ahorita que me acuerdo, los de la clínica Adame andan estrenando una nueva, azul, grandota, quesque con computadora y quién sabe qué tanta cosa. Chance y...


Carlos Ernesto Cortés nació en Zapotlán el Grande, Jalisco, hace 20 años. Estudia periodismo en la Universidad de Colima, es columnista en un diario local, pretende tocar la guitarra, hace radio en la XEBCO, dirigió una revista literaria que se murió de asfixia tras cuatro bocanadas y es ateo pero devoto moderado de San Isidro.


RELiM
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