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Mi guitarra y el hueso

Por Salvador García Lima

Yo no soy guitarrista, porque dice el diccionario que así se le llama al virtuoso en el instrumento. Guitarrero tampoco, porque así se le dice al que fabrica guitarras. Dice también el diccionario que guitarrear es rasguear las cuerdas de la guitarra. Eso es lo que yo hago, entonces soy guitarreador. De hoy en adelante así me voy a presentar: Fulanito de Tal, guitarreador. Desde chavo me dio por el instrumento. No vas a poder, me decían, eso no es para ti, búscale a otra cosa, pero no. A mí siempre me gustó el sonido de la guitarra. Se me hace como que las cuerdas, aunque se trate de una pieza alegre, siempre lo dicen con algo de tristeza. Así soy yo también, por eso la guitarra y yo nos entendemos, ni ella me exige más de lo que puedo darle, ni yo pretendo hacerlo.

Por la guitarra deje todo, hasta la escuela. Mi papá se encabronó y me tocó las golondrinas. Puede decirse que todo por la guitarra. Y qué. A dale y dale pude empezar a acompañar canciones rancheras y corridos, eso es fácil, poco a poco fui buscándole y acabé por tocar bien. Puros acompañamientos, el requinto ya es otra cosa y ahí sí: aunque quisiera. Pero lo que hago lo hago bien, tengo buen oído y sensibilidad, en serio, miren: he tenido la habilidad de que si acompaño, por ejemplo, un bolero, hagan de cuenta que lo escuchan con los Dandys, pero si trata de un tango, en serio que lo hago sonar como si fuera yo de un arrabal de Buenos Aires, en serio.

Tan así que gracias a eso tengo para comer. En el ambiente del hueso hace falta acompañar bien... ¿Qué es el hueso? Ah, no sabe...sí: el hueso es... cómo le dijera... Mire, haga de cuenta, al bajista de los Fantasmas del Son le da diarrea, entonces el director del grupo llama a X y le dice: tengo hueso de bajista. El otro viene y lambe el hueso del bajista hasta que a éste se le quite la diarrea... suplencias, ándele, así se dice.

Los anuncios de los que ofrecen o piden hueso están pegados en las vitrinas de las casas de música, en Bolívar o Mesones, allá en el centro. Cuando no tengo chamba me doy una vueltecita, leo los anuncios, arranco el que me interese y llamo por teléfono, me hacen una prueba y seguro me quedo. Son chambas de días o semanas, cuando mucho. Solo en uno he durado un buen, con unos viejitos que pusieron su aviso de: se busca guitarrista competente para acompañamientos. Eso es lo mío, fui con ellos y me quedé, era para tocar en las trajineras de Xochimilco con un conjunto de esos de salterio ¡papita! puros valses. El guitarrista de base, que estaba enfermo se murió y por eso duré casi un año con ellos, hasta que me aburrí y los dejé colgados.

Sí, pues, vivo del hueso como los perros, pero no crea, he tocado con grupos y conjuntos de caché y nunca me he humillado a tocar en los camiones, eso no. Yo vivo solo y ahí la voy llevando.

Mi vicio son los discos de guitarristas famosos. Escucharlos cuando puedo, a solas, en silencio, sin que nadie me turbe, eso es lo bonito. Pongo un disco de Segovia o de Rodrigo y cierro los ojos. Me imagino sus dedos volando sobre las cuerdas, pisando y tañendo en el lugar y momento precisos, luego me imagino que yo soy el que toca en el escenario de una gran auditorio, que chingón. Veo las caras de admiración de las gentes en las escalas complicadas o vistosas... y luego los aplausos, me imagino que son para mí y con eso me basta. Con eso y con pensar que si en lugar de esta prótesis tuviera mi mano derecha, yo también podría ser un guitarrista, ¿porqué no?


Salvador García Lima: Nací en 1959, soy obrero y en 1994 me dio por escribir un cuento. En 1998 lo inscribí en un concurso que organizó la revista Crónicas y Leyendas de la Ciudad de México, y medio ganó... medio ganó porque declararon desierto el primer lugar y me dieron el segundo. No pretendo ser escritor; entiendo que para eso se nace, pero siempre hay inquietudes que creo deben ser satisfechas, aun a costa de algún posible e incauto lector. Participo en el taller literario del poeta Luis de la Peña. Se han publicado algunos de mis cuentos en la revista Confabulario, Cuaderno de Talleres y en las páginas electrónicas Proyecto Sherezade y Cuadernos de la Aldea.

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