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Escarnio de la locura

Por Raquel Mosqueda

¿Qué significa enloquecer? ¿Qué se hace con los locos? Ni fuente de placer ni diosa. Ni salvadora ni víctima. La locura es, ante todo, el mejor modo de exponer la vileza del hombre.

El temor que desde siempre el hombre "racional" ha demostrado hacia la locura no es injustificado. Es necesario marginar, hundir, alienar lo más lejos posible a los locos, ¿por qué? Porque el loco significa y concentra todo aquello que no queremos ser y que sin embargo somos. Sí, la locura es ese otro espejo que guardamos en lo más recóndito de nuestra humanidad, la terrible conciencia de lo frágil que es el vínculo con todo lo que amamos, poseemos o deseamos (cualquier cosa que esto sea). Enloquecer entraña ruptura con nuestros más vivos afanes y, si el hombre es sólo un cúmulo de afanes, enloquecer es morir. Sin embargo, esta "condena a muerte" no proviene del universo de la locura (un espacio por demás desconocido e infranqueable) sino también del exterior, de ese mundo "lúcido" que decide que "perder la razón" es motivo suficiente para someter a estos desafortunados a la humillación y al aislamiento. Falso, la vergüenza y el escarnio son para nosotros, para los que lanzamos nuestro irrefutable veredicto (irrefutable, ya que proviene de "gentes de razón"), ya que nada más humillante que sentir piedad. Cada vez que manifestamos nuestro pesar (de la misma forma que lo hacemos en los entierros) por la "desgracia" de tener un loco en la familia, lo que estamos haciendo en verdad es exponer, reafirmar nuestra ventura frente a la desdicha de los demás. Del loco se murmura. Se indaga el porqué de su "enfermedad", ¡como si ésta fuera consecuencia de la contaminación o de un virus! (Debemos casi agradecer que ya no se hable de un "castigo" por no sé qué siniestro pecado.) De aquí su carácter de espejo: una imagen que, aunque fiel, es inversa1 (inversión que en sí misma significa una deformación) y hacia la cual lanzamos nuestra viscosa piedad; y también de aquí que la locura sea una forma más de exhibir nuestra "mísera naturaleza" ya que, casi en la misma medida que "sentimos" compasión o repugnancia hacia los locos, demostramos nuestro alivio porque la desgracia sea de otros. La locura es así una forma de otredad. Ese otro al que tememos y que, lo mismo que a los indios, negros o mujeres, tenemos que exterminar puesto que su sola presencia constituye una amenaza. Irónico juego de espejos.

No obstante, todavía hay quien asocia la locura con la genialidad y hasta con la "iluminación"; esta idealización demuestra cuánto nos negamos a reconocer en la locura no el germen de la poesía ni de la creación (¿a cuántos poetas no se les ha llamado "locos geniales"?), sino el resultado de la perplejidad y de la angustia que en la mayoría de los casos no se resuelve "creativamente". La locura tampoco es "una bedición de Dios" para ahorrarle al loco los sufrimientos de este mundo ya que, ¿qué sabemos nosotros si el loco sufre o no? Se deja de padecer cuando se muere. Una vez más, locura y muerte se dan la mano.

Confundir, dar el nombre de locura a todo aquello que nos parece irracional o absurdo en el hombre, es también un lugar común, una forma de justificar aquello que no tiene ninguna justificación posible, puesto que la violencia, la guerra o a la estupidez no son fruto de la locura sino de algo más tangible: el poder, la ambición. ¿Fue Charlie Manson un loco? No, fue el resultado patente (y patético) de una cultura enferma que convierte a sus asesinos en héroes. El Holocausto tampoco fue sólo una "locura", sino la suma de todas las sinrazones de una mente terriblemente lúcida pero obsesionada con el poder y la gloria.

No, no es a los verdaderos locos a quienes hay que temer, sino a esos miles de hombres "cuerdos" que matarían a cualquiera por poder o por algo tan falso y efímero como la fama.

¿Hacia dónde se dirige este alegato en contra de la locura? ¿De qué puede entonces acusársele? De todo. De la absoluta indefensión, del total desamparo en que sumerge al loco. Repito, nadie, nadie tan expuesto a nuestra piedad, a nuestras burlas, especulaciones y críticas como el loco. Su vida, su intimidad se exhibe entonces como en una plancha de operaciones; todos tienen algo que opinar, algo que agregar: ¿Cómo no se iba a volver loca con ese marido?, ¿cómo no enloquecer con la vida que llevaba?, ese hijo suyo la enloqueció. Frases así se escuchan a diestra y siniestra, ¿existe acaso una explicación satisfactoria para locura? ¿Quizás tratar de explicarla es sólo, una vez más, tranquilizar nuestra conciencia por la parte de culpa que creemos tener en el enloquecimiento ajeno? Sí, la culpígena sociedad atribuyéndose también derechos sobre la locura. Sin embargo, no es del todo errado pensar cuánto de responsabilidad tiene la sociedad moderna en la locura, ¿cómo no enloquecer frente a la competencia, el desempleo, el hambre, la falta de oportunidades, la violencia, el abuso, etcétera? Las sociedades contemporáneas bien podrían enloquecer a cualquiera, entonces ¿por qué sólo algunos, los menos, se "vuelven" locos? No es cuestión de aptitud o propensión hacia la locura, pues ¿quién que es no es un poco (o un mucho) neurótico hoy en día? Pero un poco de neurosis no es mal vista e incluso es tolerada (peligrosa antesala de la locura). No pasa lo mismo con la locura, no volverse locos, no enloquecer es la consigna. ¿Cuántos lo lograrán? Quién sabe, pero por si las dudas he dejado bien clara mi voluntad: si acaso no me cuento entre esos cuantos elegidos que podrán defenderse y gritar, que se harán cargo de sí mismos, de sus complejos, culpas y decisiones, de su cuerpo y su fluidos, por si me vuelvo loca por favor: no murmures, tampoco dudes, sólo... hazlo.

Nota

  1. Inversa puesto que cada vez que levantamos nuestra mano derecha, la imagen del espejo levanta también la mano, pero no ya la derecha, sino que, vista desde nosotros, la imagen del espejo está en realidad alzando la mano izquierda.

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