Revista Electrónica de Literatura Mexicana
Número uno. Octubre-diciembre de 1998
Sección: Arrieros somos...

Las amazonas, de las letras a la vida

Por Gabriel Barragán

Nuestra deuda con el mundo grecolatino es inmensa: el arte, la literatura, la filosofía, la ciencia y el lenguaje, todos tienen sus raíces en las ideas que los griegos y los romanos expusieron y que gracias a la difusión de los árabes en el ámbito hispano heredamos los mexicanos.

Tras la conquista de Hispania por Roma, la religión ibérica fue incorporada a la romana, y salvo anécdotas folklóricas y algunos rituales contaminados, el caudal de mitología y prácticas religiosas latinas prevalecieron en aquel entorno, a tal grado que siglos después, cuando los nuevos conquistadores españoles llegaron a tierras americanas, los antiguos seres fantásticos que poblaron la imaginación grecorromana parecían hacerse realidad en estas regiones inexploradas.

El caso más típico fueron las amazonas, aquel pueblo ginecocrático y belicoso que los griegos y romanos consideraron siempre una realidad. Cuando los españoles, hijos directos de aquella tradición, encontraron en las márgenes de un río, caudaloso y extenso, un grupo de indias armadas con arcos e incluso comandando huestes, su imaginación dio un vuelco y denominaron a éstas y a su río: Amazonas.

El por qué las amazonas a lo largo de los siglos han tenido tal aceptación en las fantasías humanas es un misterio que se arraiga en la psique. Pero, ¿qué puede tener esta leyenda, que a diferencia de otras, ha logrado permanecer tanto en la imaginación popular como en las mentes de los estudiosos?

Las amazonas, según el mito heleno, formaban un pueblo femenino habitante de las márgenes de un río de múltiples brazos que recibía el nombre de Termodón o Termodonte. Éstas se distribuían en tres tribus: licastias, cadesias y temisciras, cuya capital, Temiscira, era la más importante. Ésta, lo mismo que el río Termodón se localizaba en Asia Menor, específicamente en las costas del Mar Negro. Con el tiempo y debido al avance en los conocimientos geográficos, el hogar de las amazonas fue alejándose más, hasta que se les ubicó en las márgenes del río Tanais, en Crimea, al norte del mar Negro.

Los griegos concibieron a las amazonas como mujeres amantes de la guerra que luchaban armadas con peltas -escudos pequeños en forma de media luna- y con hachas de doble filo, y que disparaban sus flechas con arcos de gran tamaño. A diferencia de los helenos, las amazonas preferían la guerra a caballo y se les consideró expertas jinetes, atribuyéndoseles la invención del arte ecuestre.

La otra actividad amazónica era la cacería y por ello se decía que las únicas divinidades a las que adoraban eran: Ártemis, diosa de la caza y los bosques, y Ares, dios de la guerra.

Ártemis era una diosa virgen; sin embargo, las amazonas según el común de las fuentes, eran fivlandre (phílandres: amantes de los varones). Se decía que en épocas especiales se unían a sus vecinos con el fin de perpetuar su linaje, conservando sólo a las niñas; los varones eran asesinados o regresados a sus padres.

A las niñas se les entrenaba en la guerra y la cacería, y, para facilitar el manejo del arco, se les quemaba el seno izquierdo dejando el diestro para la lactancia. Esta leyenda parece fundada en la mala interpretación de su nombre: a: sin, mazw'n (mazoón): seno. Sin embargo, ya los propios griegos discutían tal interpretación; hoy en día no se ponen de acuerdo sobre el significado, uno de los más recientes y lógicos es el que plantea un origen asiánico: hama: todas, zan: mujeres, así, Amazonas: todas mujeres.

A finales de la época imperial surgió una leyenda sobre amazonas libias, esto es, en el norte de África. Dichas guerreras, según se contaba, habían conquistado muchas tierras y al fin se establecieron en Asia Menor. Tal variante es hoy considerada espuria, estas advenedizas nacieron del gusto etnográfico de aquellos tiempos.

Homero nos habla de la rivalidad entre las amazonas y los héroes griegos; de aquí su lucha con Belerefonte, un príncipe licio -región al suroeste de la actual Turquía- y de las escaramuzas que contra ellas tuvo en sus mocedades el viejo rey de Troya, Príamo. No obstante, fueron las campañas de Heracles, más conocido por el nombre romano de Hércules, y de Teseo, las que más popularidad dieron a las amazonas.

Según cuentan diversas fuentes, Heracles fue enviado al país de las amazonas en busca del cinturón de su reina, Hipólita. Heracles, para obtenerlo, parlamentó con la reina y ésta accedió a dárselo a cambio de una noche de placer, él accedió gustoso. Hera, diosa y madrastra del héroe, para arruinar los planes de su odiado entenado, se disfrazó de amazona y corrió la voz de que la reina había sido raptada. Sus súbditas, en plan de guerra, fueron a buscarla y Heracles, creyéndose traicionado, mató a Hipólita e hizo gran carnicería en las huestes amazónicas, huyendo finalmente con el cinto de la reina. Hay otras variantes donde es más discutible la heroicidad de Heracles, pero ésta es la más conocida.

Teseo, el otro gran héroe griego, participó en esta expedición de Heracles, o hizo una propia, ya sea solo o acompañado; lo cierto es que Teseo tomó una amazona llamada Antíope, Melanipe o Hipólita como concubina. Con ella vivió en Atenas y tuvo un hijo. La invasión amazónica en el Ática -región donde se asienta Atenas- puso en gran predicamento a Teseo. La guerra de las amazonas en Atenas fue la primera irrupción en Grecia y por ello fue renombrada; terminó, según los atenienses, en una aplastante victoria griega; según Plutarco, historiador y biógrafo antiguo, en un tratado de paz entre unos y otras. Antíope murió defendiendo a Teseo, aunque otra versión afirma que Teseo la mató para casarse con Fedra, una cretense, quien le pagó enamorándose del hijo que éste tuvo con la amazona.

La última aparición mitológica de una amazona ocurrió en la guerra de Troya. A la muerte de Héctor, valuarte de la ciudad, llegó la reina amazona Pentesilea, a la sazón prófuga de su patria por la muerte accidental de su hermana. Aliada con los troyanos, les dio algunas victorias; sin embargo, Aquiles le dio muerte, tras lo cual, al ver su hermoso rostro, se enamoró de ella.

Históricamente se habla del encuentro de una reina amazona llamada Talestris con Alejandro Magno. La finalidad de la reina era que el afamado general la hiciera madre, lo cual consiguió en tres apasionadas noches. Con seguridad esto fue un invento de sus propagandistas que deseaban enlazarlo con las figuras heroicas. Por último, Pompeyo, el conquistador de Asia, referiría avistamientos de amazonas allá por el siglo I a. C.

A lo largo de los años, los mitólogos han combatido con las amazonas para descifrar sus enigmas y dar una explicación lógica a su leyenda. Algunos plantearon la posibilidad de que fueran verdaderas entidades históricas, coloreadas por la imaginación griega. Los primeros candidatos fueron los hititas, un pueblo cuya existencia no se conoció sino hasta el siglo pasado, y los escitas, población seminómada de las regiones nórdicas del Mar Negro.

En la actualidad, estas teorías son rebatidas y se considera más apropiada la hipótesis de que las amazonas representan figuras de transición, es decir, puentes entre conceptos más tangibles y antagónicos. La amazona personifica una especie de alteridad, una mujer que abandonando el papel secundario otorgado por la naturaleza, pretendía usurpar el rol del varón; tan errónea era su actitud que siempre eran vencidas...

A mi juicio, ésta es la respuesta más verosímil al mito amazónico; sin embargo, falta esclarecer el origen de éste. Gracias a las investigaciones de Hardwick y Shapiro, puede concluirse que el mito nació en época arcaica donde se configuraron sus rasgos bélicos y liminares, i. e, su carácter de figuras entre lo conocido y lo imaginario.

Como se ha visto a través de sus leyendas, las amazonas habitan en tierras lejanas, mismas que cambian con los años conforme avanzan las colonizaciones griegas. Con nuevos conocimientos y nuevas fantasías, las amazonas, en un principio tan sólo guerreras en todo parecidas a sus contraparte -los griegos-, según podemos discernir mediante las escasas fuentes arcaicas de sus imitadores y de los eruditos posteriores, fueron adquiriendo rasgos de los nuevos pueblos extranjeros, como el arco y los caballos y, más aún, fueron identificadas con ellos, pues, como es el caso de los escitas, en esas sociedades las mujeres marchaban a la guerra o tenían un rango superior, lo que en el pensamiento griego sólo podía ser concebido en una comunidad amazónica.

En el caso de Asia Menor, el primer hogar de las amazonas, no hay vestigio alguno de un pueblo como éste, ni siquiera de una diosa bélica. Hubo mujeres destacadas en el poder como Artemisa de Halicarnaso o Tomiris, no obstante su presencia no justifica el mito.

La respuesta más fidedigna entonces, es que las amazonas son una invención literaria, transmitida y embellecida por los cantares de los poetas y, finalmente, reidentificada con la información de mujeres guerreras reales de las que los griegos luego tuvieron conocimiento. Tal vez los primeros inventores del mito de las amazonas supieron de las guerreras más al norte y, de aquellas vagas informaciones, concibieron a las amazonas, pero éste es un terreno tan endeble que no puede asentarse en él una hipótesis.

Reales o ficticias, lo cierto es que las amazonas han perdurado a lo largo de los años y han poblado la imaginería universal. Las amazonas simbolizan hoy el ideal de independencia femenina a la vez que una desbordante sensualidad, pues invitan al hombre a medirse con ellas y dominarlas o a ser felizmente dominado por ellas.

Bibliografía


Gabriel Barragán nació en la ciudad de México un 17 de octubre de 1970. Su vida ha transcurrido entre libros. A pesar de que en algún momento se inclinó por las ciencias, las letras atraparon su interés de manera decisiva, hasta el punto de llevarlo a definir su área de estudio: la cultura clásica. Actualmente comienza a forjar su camino como profesor del área de Historia y Cultura Griegas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM.

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