Revista Electrónica de Literatura Mexicana
Número uno. Octubre-diciembre de 1998
Sección: Recentiores

La ventana

Por Alma Cristina López Serratos

Una mañana, no importa cuál, ella despertó en una habitación soleada y llena de vida. Sintió alrededor de su cuerpo una mano que la acariciaba dulcemente y en su oído un susurro que, acompañado de un suspiro, le decía: te amo. Al volver la cara para verlo, su mirada se iluminó. En ese momento, ella se sintió plena de vida y sonrió. Era la mujer más feliz del mundo. De pronto, un lindo niño de ojos grandes, cabello rizado y obscuro entró a la habitación, y con una sonrisa, gritando y corriendo, subió a la cama metiéndose entre ellos. Y ahí, los tres abrazados, veían el pastizal que se distinguía a través de la ventana blanca. Era un lugar lleno de amor, donde sólo ellos tres entraban, nadie más. En sus ojos se reflejaba la alegría, no hacía falta hablar.

Algo la despertó. Quién sabe si fue el frío que le provocaba la enorme mancha roja de las sábanas, el insoportable dolor del vientre, del corazón o de ambos, o bien las lágrimas que corrían por sus mejillas. De pronto, volvió la cara hacia la ventana del hospital clandestino para ver el fúnebre paisaje que se le presentaba. Bajó la mirada y acompañó su sonrisa con una lágrima más, la última. Cerró los ojos y, con una expresión de tristeza en su rostro, murió.

Sólo tengo 17 años. Soy una adolecente que, como todos, trata de vivir la vida al máximo y disfrutar cada momento, bueno o malo. Nací en la Ciudad de México un cinco de septiembre de 1980. Mi mamá y mi abuela son las culpables de que yo ande por el mundo con este nombre: Alma Cristina López Serratos.

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