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Correr es la acción

Por Guillermo Espíndola

Corro por los escombros de la ciudad, donde la guerra nos mostró su lado favorito: la muerte, la hambruna, el caos. Voy cuidándome de los francotiradores, que están acechando todo el tiempo. No dudo estar en la mira de alguno. Se escucha un disparo, al instante me tiro al suelo; no fui yo. Me levanto y continúo, no me detengo porque temo que la siguiente bala sea para mí.

Los edificios ya no sirven de escudo, están enmohecidos de tantas bombas y granadas. Llego a la zanja y aun dentro de ella sigo corriendo; los costales sirven de caparazón para detener los tiros. Nuevamente al suelo, ahora fue una bomba; me quedo ahí tirado y descanso un poco, estoy exhausto. Mientras beso la tierra, pienso si hoy voy a conseguir agua o algún alimento.

Me levanto para continuar la carrera, salgo de la zanja y empiezo a correr por las ya irreconocibles calles de mi ciudad. El olor a pólvora, a muerto, a soledad, va conmigo en cada zancada que doy. ¿Quiénes contra quiénes? Ya lo olvidé. Despedí mi libertad cuando, hace tiempo, escuché las sirenas que advertían el primer bombardeo. Al fin llego a la guarida de quien se encarga de repartir pan, agua y velas; se ha convertido en la persona más importante de la zona. Me siento para descansar un poco mientras bebo toda el agua posible. ¿ Con qué pago? No tengo con qué hacerlo.

Ya está el tan temido crepúsculo y aprovecho los últimos rayos del sol para salir, correr y regresar a casa. Ahora corro más rápido porque la temperatura desciende vertiginosamente hasta bajo cero. Lo hago lo más fuerte que puedo, otra vez por las ruinas de mis calles. Al mismo tiempo que escucho el balazo lo siento en mi espalda; es mi turno, no quería, pero... es lo mejor. Termino tirado en el pavimento,donde no deseaba estar; no me puedo mover.

Alguien me arrebata mi bolsa con velas, pan y agua; bien hecho. Mi carrera no fue en vano porque veo cómo esa persona corre y se aleja con mi bolsa. Me apago con la esperanza de que ese sujeto sobreviva esta noche con lo que llevaba para mí.

Me llamo Guillermo Espíndola, además de Bautista. Vivo aquí en la ciudad de México y nací en el ochenta, ahí por enero. En este sitio encontré dónde comunicar mis sentimientos, sueños e ilusiones, junto con mis realidades. Como sea, el cuento es una expresión de mi fantasía loca y desenfrenada, producto de finales de década, siglo y milenio, en donde la ciencia y la tecnología van más rápido que el pensamiento, pero no más veloces que la propia imaginación.

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