Por César Manrique
María
Estaba segura que no le creyó y entre los dos iniciaron una nueva religión.
La salvó de las piedras que no osaron arrojar. La miró a los ojos y con deleite confirmó que ellos tenían razón.
Primos
Nadie más dudaría: Salomé cumplió su parte y con esto Él se elevaba como el ungido.
A Judas lo empujó a venderlo, a Pedro le dijo que lo negara. Los discípulos más destacados obedecieron al maestro sin dudar. En esta religión sólo había lugar para un dios.
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