Ir al inicioRegresar a "Asfalto y neón"


Transformers

Por Xapra

Hoy viví una transformación trascendental: cuando menos cuenta me di, formaba parte de las huestes casi infinitas del ganado vacuno.

La cosa fue así: desperté normal, es decir, era yo tal y como me conozco. Tras los ires y venires matutinos, salí al trabajo. Al abordar la micro,1 nada indicaba que aquél sería un día especial.

Lo primero que noté fue que a todos mis vecinos de asiento se les empezaba como que a manchar la piel, con horror vi que también mi piel estaba peluda (soy lampiño) y manchada, y todos eran iguales; las únicas excepciones eran un señor muy gordo que se transformaba en cerdo y una señora junto a mí a la que le salían plumas.

El mismo microbús se estaba metamorfoseando en un auto de fórmula uno, el chofer se convertía de cafre normal a una suerte de Adrián Fernández2 de las avenidas; ya estábamos empezando a presentar cornamentas cuando alguien protestó:

-Muuucho cuidado jovencito.

-Oh, ps'esque sino el patotas me gana el ganado, que diga el pasaje.

Otra señora dijo:

-Meee veo en la necesidad de decirle que maneja como un animal.

-Oh, ps' sino le gusta, espere l'otra.

Una voz al fondo protestó:

-Meee parecen de muuuy mal gusto esos comentarios y...

Las voces se vieron interrumpidas por una hábil maniobra del chofer, de un solo quiebre había rebasado a otras dos micros y había ganado a unos borregos que pastaban tranquilamente mientras llegaba el transporte. Claro, en la maniobra haba tirado dos postes y rayó cerca de 50 metros de asfalto con los alerones traseros.

Izquierda, derecha, izquierda otra vez, derecha de nuevo; al interior del ferrari sólo se oían cosas como:

­¡Beee por donde vas, idiota!

­¡Maaas cuidado!

­¡Muuui, señora, que me pisa!

Oincs, beees, muuus, y hasta un kikirikí, sonaron por ahí.

-¡Chofer imbeeecil, no somos ganado!

En eso subió una señorita. Al contacto con el primer escalón, se convirtió en vaquilla, y como era muy voluptuosa, el efecto se cuadruplicó a tal grado que el chofer no le quitaba la vista de las ubres.

-¿Qué me ven, babosos?

Nadie respondió nada, tan frondosa estaba.

-¡Órale, bueyes! -rugió la señorita-, ¿qué se creen o qué?, usted, pinche marrano, ¿qué me ve?

En fin, una auténtica vaca loca. Yo rumiaba la idea de bajarme de la micro fórmula uno y tomar otra, pero en lo que masticaba la idea, un bólido nos rebasó como a 350 kilómetros por hora (claro, era una recta) y a bordo traía todo un zoológico: por lo que vi, hasta unos conejos3 se subieron a la otra micro, y barrieron con relojes, carteras, bolsas, paraguas y hasta el tubo del pasamanos.

De forma por demás afortunada, llegamos al establo -perdón, a la base- sin contratiempos. Al bajar, uno a uno nos transformábamos en gente común y silvestre, con la excepción del marrano y de un perro policía que al parecer sí era perro desde antes.

Y digo que fuimos afortunados porque otros, en lugar de parar en la base, se fueron directo al matadero.

Notas para lectores que no sean mexicanos

1.- Transporte colectivo urbano.

2.- Piloto mexicano de Fórmula 1.

3.- "Conejo" o "rata" son sólo algunos de los múltiples nombres con que se conoce a los ladrones.


Xapra se pronuncia Sapra, con "s", porque la "x" así lo permite en México. Nació en un hospital (que ya se cayó) el 30 de marzo de 1964. Estudió mucho, pero mal. Su próxima aspiración es divertirse como ahora.

RELiM
ilianarz@servidor.unam.mx