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El sillón gris

Por Alma Cristina López Serratos

Suele sentarse en su viejo sillón gris, fumar un cigarro, tomar una taza de café y repasar aquellas viejas cartas de amor, que aunadas a viejos recuerdos aún le hacen llorar. No ha pasado mucho tiempo desde el colapso, pero en su corazón hace ya una eternidad; y lo peor es que todavía duele, aunque no sabe qué duele más, si la indiferencia de él, el engaño o quizás el temor de ser sustituida y de no volver a sentirlo nunca más en sus brazos, pero eso es algo que ella ya no quisiera saber.

Su mirada ha cambiado, la luz en sus ojos se ha extinguido, su ropa es demasiado grande o tal vez ella está demasiado flaca, sus mejillas han perdido el toque rozado y han tomado un color tan pálido que no logra distinguirse si es por la falta de sol o por la falta de alimento, pues su dieta ya no es más que cafeína y nicotina.

Rara vez se le ve, solamente por las noches, sentada en su viejo sillón, viendo hacia un paisaje que en esos momentos es indiferente a su mirada. En su mente más que recuerdos hay preguntas que día y noche trata de responderse; intenta sobrevivir de recuerdos que poco a poco se van desvaneciendo.

Y las incógnitas la agobian a tal extremo que prefiere dormir y así olvidarse de todo lo que la atormenta para al menos soñar que él regresa, volver a ver su rostro, su sonrisa, sentir su cuerpo, revivir tantos momentos, sentir el corazón latir intensamente, aquel cosquilleo en el estómago al verlo llegar, las caricias y los besos que parecían infinitos, caricias y besos que jamás volverán.

Pero al despertar, vuelve a su agonía y con ésta vuelve la noche, y ella a su viejo sillón gris.

Sólo tengo 17 años. Soy una adolescente que, como todos, trata de vivir la vida al máximo y disfrutar cada momento, bueno o malo. Nací en la Ciudad de México un cinco de septiembre de 1980. Mi mamá y mi abuela son las culpables de que yo ande por el mundo con este nombre: Alma Cristina López Serratos.

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ilianarz@servidor.unam.mx