La Plaza de Mayo, como la mayoría de las plazas del mundo, es un símbolo de libertad. Allí el 25 de mayo de 1810 se dio el primer grito independentista contra el gobierno español. Con el transcurrir de los años se convirtió en el gesto obligado de los argentinos ya que en ella se reunían para dar vivas al presidente de turno o repudiarlo. Y allí se convocaron y aún continúan reuniéndose las madres para reclamar, en círculos alrededor de la pirámide, por la vida de sus hijos.
Alejandro Céssar Rendón dando continuidad a su serie de teatralidades sobre plazas del mundo, tomó esta emblemática plaza argentina para mostrarnos encubiertamente las mentiras subterráneas con las que se manejó el pueblo durante no sólo una sino varias décadas.
Hasta más verte en Plaza de Mayo no sólo nos remite a una mujer y un hombre mitómanos que para sobrevivir se inventan mutuas mentiras o se fabrican historias para asegurarse un porvenir de falsedades, sino a la larga noche del proceso militar en donde la sociedad encubría todo engañándose a sí misma. La mentira fue el gran denominador común de esos años.
Mediante el don de la síntesis el autor ha concentrado en su fábula aguafuertes de la realidad, logrando captar ese espacio de la Plaza de Mayo poblado de sombras, y en él puso en acción a sus personajes, seres oscuros pero coloreados por el fuego de la pasión. Y esa pasión fue la necesidad de sobrevivir en una sociedad que negó la existencia del otro. El valor de esta farsa reside justamente en rescatar con otra mirada un pasado que muchos argentinos ya han olvidado o no quieren recordar.
Hasta más verte en Plaza de Mayo también nos remite a una corriente subterránea que recorre el continente Americano desde Tijuana a Tierra del Fuego, donde la muerte, como el fantasma de Hamlet, no deja vivir en paz.
Beatriz Norma Iacoviello
RELiM
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