Comentario y traducción de Gabriel Barragán
De la constelación de poemas que integraron nueve libros, sólo quedan algunos luceros perdidos citados por gramáticos o historiadores, pero no por ello son menos luminosos. Y así como el tintinear de una estrella nos refleja la maravilla del cielo, estos fragmentos nos permiten conocer la esplendente virtuosidad de la primera poeta de Occidente.
Virginidad, Virginidad... ¿a dónde vas, abandonándome?
"Nunca volveré a ti, nunca volveré".
Sola, en alta rama, enrojece una dulce manzana,
Alto, en lo más alto, inadvertida a los recolectores.
No, no inadvertida, es que no pudieron alcanzarla.
De nuevo, el relajante Amor me perturba.
Rastrero, incombatible, dulceamargo.
Para ti, Atis, es odioso preocuparte por
Mí, y revoloteas hacia Andrómeda.
Me parece que igual a los dioses
Es aquel joven que frente a ti
Se sienta y escucha de cerca mientras
Amable conversas.
Y sonríes seductora. Si, esto
Aterra mi corazón dentro del pecho,
Pues tan pronto te miro un instante,
Como ya me es imposible decir una palabra,
Pues mi lengua desfallece; enseguida,
Un fuego sutil irrumpe bajo mi piel,
Nada veo con mis ojos, zumban
Mis oídos,
Se me esparce el sudor, un escalofrío
Me apresa toda, estoy más pálida
Que la hierba y me parece que
Falta poco para morir.
Pero todo hay que soportarlo, pues esto es así.
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