Yo cambiaría mi traición
Por compromiso,
Pero en el fondo del compromiso
Hay una traición mayor
Radio Futura
Mira el reloj. Cinco minutos. Afloja la corbata y acomoda el saco en el brazo. Si por lo menos hubiera donde sentarse. Los niños que llegaron con la “rubia” de al lado comienzan a darse de golpes, ella los calma con una buena tanda de “ a como caigan” en la cabeza. Uno se queja mientras el otro se burla –iren, estensen quietos o se los va a llevar el señor. Ve a la señora y luego a los niños que lo examinan. Mira de nuevo a la señora que le sonríe. Voltea hacia los hermanos y hace un movimiento negativo con la cabeza. Pinches chamacos y luego tan latosos ¡Ni madres! Los chamacos no saben si es un “no hagan eso” o “no me los voy a llevar”, igual no les importa y continúan con lo suyo. Caín y Abel. Al sentir como sentimos cuando alguien nos mira, gira la cabeza y se topa con los ojos de la mujer, por instinto de conservación de la especie le sonríe. Ella lo mira por un instante muy corto y luego se voltea.
Seis minutos. La gente fluye, camina en las dos direcciones en busca de dónde acomodarse. Un ratón sale de entre el metal y se acerca a las piedras. Nuevamente se siente observado y la misma mirada está ahí. Trata otra sonrisa. El que porfía mata venado. La mirada es sostenida por un tiempo y luego lo recorre de arriba a bajo con lentitud. Sume la barriga y saca el pecho. Si tarda más me le acerco. Ella sigue su recorrido visual hasta que llega al ratón y las piedras, después ve su reloj pulsera con la carátula en la cara interna de la muñeca y hace una mueca de disgusto. ¡Chale! Ni que estuviera tan buena, pero pues sí... no se la negaba. Los niños de la rubia inician, tras un breve armisticio, sus hostilidades; y más allá de esa conflagración, la rubia y una multitud de usuarios ven que se acerca. Ocho minutos. Sonríe. Por fin.
Nuevamente la sensación y voltea. Ella lo mira, esta vez de frente y le sostiene la mirada. Él quita la sonrisa lentamente, y entonces ella sonríe, con la boca, con los ojos, con el cuerpo. En eso llega y se atraviesa entre los dos y como sucede en muchos casos, el que esperaba ella también llega. Sólo se miran entre los espacios que dejan las ventanas y puertas al ir corriendo los vagones del tren, que se detiene justo como lo tenía calculado, con una puerta delante de él. Se abre. Gente que lucha por salir, gente que lucha por entrar, él entre estos últimos. Suena la chicharra y todavía le da tiempo a un señor de entrar de un brinco y compactarse antes de que cierren las puertas. Mira por el cristal de la puerta del vagón hacia la ventana del vagón del metro de enfrente en busca de un rostro que se disuelve entre tantos rostros.
Ni modo, sentido contrario.
1. La siglas del Sistema de Transporte Colectivo, mejor conocido como “metro”.
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