Ir al inicio  Ir a "Arrieros somos"


Como Eros manda

Por Karla Cobb

El cuerpo es una fiesta, dice con sabiduría Eduardo Galeano. Y el baile, el sudor, los mordiscos, los sabores, caricias y olores que produce, lo saben mejor que nadie. Erotismo acumulado entre jugos de carne fresca, el cuerpo no miente cuando, entre prisas y deseos de eternidad, urge a su dueño a complacer sus impostergables exigencias.

Hay, por supuesto, de placeres a placeres. Para unos, dejarse empapar por una lluvia fría es tan gozoso como para otros lo es sentarse en una butaca del cine o reventarse una cerveza en el estadio de futbol. Hay quienes gozan torturando gente, boleando zapatos o contemplando una obra arte. Muchos, sin embargo, coinciden en un espacio común: en el del placer erótico. Y con todo, hay quienes se alejan o buscan apartarse de esta idea.

Aún así, todo en esta vida, bueno, regular o malo según se vea, puede ser motivo de placer. Cantar-placer. Volar-placer. Beber-placer. Leer-placer. Hablar-placer. Aunque también existen el joder-placer, el matar-placer, el robar-placer y hasta el dejarse-joder o joderseaunomismo-placer. Joya sobrevalorada o artículo de última necesidad, el placer es un estado ambivalente capaz de adueñarse de los blancos y negros prejuicios morales de esta sociedad: oro falso cuando brilla en también falsas ocasiones.

Sí pero no, como dicen los niños. Puede ser oro puro y valer como tal porque alcanzar lo perseguido es un insuperable dador de vida; o bien tornarse falso cuando el apego al objeto del placer se desborda, como cuando no se puede dejar de encender el cigarro que la garganta aprecia altamente, pero el pulmón rechaza. Es cuando surgen los dilemas de jerarquización. El placer a-costa-de-lo-que-sea suele equivocarse más que el placer que existe, valga la redundancia, por el placer mismo, sin daños a terceros ni interminables luchas por conseguir la continuidad ininterrumpida de sus beneficios.

La vida tiene no sé qué mecanismos naturales capaces de ajustar los momentos placenteros con las no tan gratas caídas emocionales. O más afortunadamente dicho, es capaz de restar peso a las consecuentes, y si se dejan catastróficas, dolencias y sufrires cotidianos del apego aquél.

Desde Buda y Aristóteles hasta Freud, la respuesta al dilema se conserva siempre en el punto medio entre los polos. Donde el apego al placer insiste, surge la inquietud del alma. Donde la balanza cae para un lado se dispara el otro extremo. Donde eros se impone único, thanatos sale a la defensa. O, para recurrir a la vieja sabiduría popular, ante el exceso o la limitación, el santo corre el riesgo de quemar sus pies o de pasar inadvertido en las oscuridades. Una opción no es ninguna. Dos es crear disyuntivas. Las terceras, cuartas o cienmilésimas salidas siempre serán los factores reguladores. ¿Justo medio aristotélico en versión oriental con salsa psiconalítica?


Karla Cobb: diseñadora y pasante de la carrera de Letras Hispánicas en la UNAM. Actualmente es becaria de El Colegio de México.


RELiM
http://www.relim.com
relim@lapalabra.com